mayo 04, 2011

6:40 AM



-          Vas a estar en la casa ahorita?
-          Si… por qué? – esperé unos segundos – Regálame un momento que llegaron mis papas.

No había llegado al garaje cuando una sombra pequeña se me acercó rápidamente. Era él. La respiración se me fue por unos momentos, no comprendía como era posible que hacía unos minutos lo tenía al teléfono y de la nada aparece en mi garaje. El alma me volvió al cuerpo y no resistí las ganas de abrazarlo lo suficientemente fuerte para ahogarlo y no dejarlo ir otra vez.

Lo primero que hizo fue tomarme de la mano y pedir permiso a mi mamá para raptarme por unas horas, a lo cual mi mamá no reparó (Un momento, aquí hay algo que no me cuadra…).

Agarró mi mano fuertemente durante todo el camino mientras caminábamos hacia la avenida. En un momento me miró con un gesto de reparo y me dijo:

-          Me quedé esperando tu llamada el miércoles santo…
-          Te llamé cuatro veces en menos de una hora, solo contestaste una vez y estabas tan distante que supuse que te molesté… y ven, explícame algo, no se supone que ya estabas de regreso en Montevideo? – contesté
-          Uhmmm… ya ves, regresé. – respondió.

Llegamos a un colegio que aparentemente era de su familia. Caminamos hasta un pequeño teatro donde había algunos niños reunidos listos para ensayar. Recordé que él le gustaba la música y en algún momento había dirigido un coro.

-          Hey todos! les presento a Andrés. Él va a estar con nosotros hoy y puede que hasta nos ayude un poco con el ensayo.

Me parecía curioso que decidiera tomarme en cuenta para dar sugerencias a su coro, yo que hacía tantos años que solo cantaba en la ducha desde que el cambio de voz me había alejado del coro de mi colegio. En fin… los niños me saludaron y moví mi mano e hice todos los gestos que generalmente hago cuando me presentan ante un grupo grande.

El volvió a tomar mi mano, y me llevó a una oficina (creo que era la rectoría) me sentó en una de las sillas de visitantes mientras hacía un par de llamadas. Cuando terminó, caminó hacia mí, se sentó sobre mis piernas, descargó su mano sobre mi hombro y pegó su mejilla a la mía. Me miró con sus ojos verdes nuevamente y con un gesto más desenfadado me susurró al oído:

-          Que voy a hacer con usted, Don Andrés? Mire como me tiene… me hizo devolver de Buenos Aires solo para ver que estaba bien, ah? Puede creer eso?
-          “Y es que cuando estuve mal?” – me contesté a mi mismo
-          Que va a ser de usted y de mí de aquí en adelante?- me preguntó

Cuando estaba dispuesto a contestarle que se quedara a mi lado, todo me empezó a parecer extraño. Como era posible que supiera donde vivía si el nunca vino a mi casa y no había nadie en común que le diera mi dirección? Y peor aún, como era posible que me agarrara la mano en frente de mi mamá, si Mamá no sabe que soy gay??

Me siguió mirando con sus ojos verdes a la espera de mi respuesta, de repente me empecé a sentir más pesado y apareció el dolorcito que me da en el codo cuando duermo mal acomodado…

Nuevamente mi cerebro me había hecho pasar un mal rato, pero esta vez se le había pasado la mano.

Me encontré de frente a la almohada, lo que me ayudó a desgarrar un gruñido de rabia que me salía desde el fondo del estómago. Empecé a encajar todo en mi cabeza y recordé que las cosas habían quedado tal cual desde hace dos semanas, cuando lo había llamado por teléfono dos veces, en las cuales se le sentía frio y desinteresado en los planes que quería organizar con él.

Quise hacerle saber que había soñado con él y que me hacía falta su presencia, pero recordé que me había prometido no portarme como un intenso, y que había tomado otra decisión por mi bien: Pasar la página y hacer de cuenta que entre los dos nada pasó.

Tomé el despertador: Marcaba las 6:40 AM. Usualmente me habría fundido entre las cobijas para dormir una hora más, pero fue tal el golpe contra el mundo que no quise seguir durmiendo, por temor a que mi cerebro me bromeara con el desenlace de esa historia.