Me gustaría decirle…
Que tengo mucho que hacer, que tengo
que pensar en mi proyecto de la universidad que tengo que entregar en Enero
pero que me tomo un poco de ese tiempo para pensar en el.
Que durante un rato en esta tarde
recordé su espeso bigote, ese que le observé tan detenidamente hace unos días;
También, en los labios carnudos que se le dibujan en medio de todo ese vello
facial.
Que “relincho” en esta tarde de
domingo, aquí ataviado en mi estrés académico, mientras evoco esas curvas que
se arman en su rolliza figura, las mismas que rocé con mi mano hace apenas unos
días con el interés de entrar en contacto con su anatomía sin que el se
incomodara.
Que cada vez que terminamos
nuestras tertulias me gustaría acompañarlo hasta la casa y quizá robarle un beso
en la entrada del edificio.
Que me gusta verlo sentado en el
piso, hablando de los juguetes que aún le regalan, o de los dibujos animados
que recuerda de su niñez. Aún cuando yo pretenda burlarme de algunos de sus
gustos, lo que sucede en mi silencio es que me está empezando a gustar el niño
interno que deja salir cuando está conmigo.
Y que hoy, en esta tarde de
domingo, me hubiera encantado tenerlo en mi cama, no para devorarlo sino para
que juegue con sus juguetes, para que cambie el canal de tv que no está viendo
y yo pretenda que su actitud me molesta.
Se lo diría todo ahora, pero prefiero
que este cariño que le empiezo a tener se cocine a fuego lento y que no
sospeche las ganas tan horribles que tengo de estar con el.
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