enero 19, 2011

Confieso que soy un cyberguenza (Segunda Parte)



Todo habitante del closet tiene dos mejores amigos: el Porno y las redes sociales. Ambas permiten menguar la soledad y de alguna manera darle algo de distracción a esas hormonas acumuladas por el yugo que nos hemos impuesto. El primero es como el amigo que uno tiene para cosas privadas, el que uno sabe que es como una tumba y no cuenta nada; pero el segundo es como el amigo de rumbas, el loco ese con el que uno se va de paseo, se emborracha, es entrador y de paso le presenta amig@s...  En fin, a este amigo me tomó tiempo conocerlo.

Después de estar cansado del poco interactivo porno que ofrecían en ese entonces,  había decidido interactuar con personas como yo, pero que al menos estuvieran a dos horas de distancia; es entonces cuando conocí dos redes sociales bastante famosas en el círculo gay (de las que hablaré en otra entrada). En el momento que accedí,  me pareció muy loco que la gente se acercara para preguntarme de que tamaño era mi miembro, o en que parte de la anatomía de mi pareja me gustaba venirme… “Hay que estar demasiado rayado para preguntarle a alguien semejantes cosas cuando ni siquiera llevan cinco minutos de estar hablando” – decía yo; pues bien, a ese tipo de personas no les ponía mucha atención y las cortaba sin muchos preámbulos.

Pero como todo en esta vida no es definitivo y solo basta con encontrar “la horma a su zapato” y dejarse echar cuento como debe ser; una noche un sujeto, algo mayor de 30 años, bajito, moreno y de linda sonrisa me hizo una conversación algo amena, y pues pregunta va, pregunta viene empezó con el cuento de que quería curiosear como me veía en verdad, y bueno, una cosa lleva a la otra hasta que me botó la máxima:

-          Quiero verte desnudo.

En mi cabeza se repetía una escena que haría disparar las alarmas del Bienestar Familiar: El profesor que castiga a su estudiante para se quede después de clase, y mientras escribe cien veces en el tablero “no debo hablar en clase” el profesor aprovecha para tocarlo en sus partes privadas… Solo que en este caso el profesor optó por despojar al estudiante de su pijama prenda por prenda, sin acosarlo y resaltando cada parte de su anatomía mientras se iba desnudando. A mí, fuera de toda la perdida de pudor del caso, lo que más me preocupaba en ese entonces era el tener que exhibir mis proporciones físicas de una manera tan detallada… ahora yo era quien me comportaba como el tipo del abdomen envidiable de años atrás, solo que me daba pena lucir esa barriga cervecera (producto de la inactividad de mi profesión y de beber cerveza como vikingo) encima de un equipo tan promedio, y además mover mis manos según el mando a distancia. En resumen, en menos de una noche me convertí en el objeto de mis críticas.

La experiencia no me gustó para nada, por fortuna la suerte jugó de mi lado esa noche e hizo que la conexión del tipo se cayera seguido, de forma que al tipo le dio mal genio (no conmigo, sino con la conexión) y optó por desistir del juego. Lo bueno de todos esos juegos es que comprendí que no estaba obsesionado con los penes, sino que mi morbo se concentraba en contemplar un macho como yo, desnudo e indefenso, dispuesto a romper con cualquier barrera religiosa o moral, y dejarse sentir y mostrar de qué estaba hecho.

Mentiría si dijera que no intenté hacerlo de nuevo, de hecho volví a intentarlo al menos unas cinco veces, con diferentes personajes; sin embargo el resultado fue el mismo, a mí no me emocionaba estar expuesto y el hecho de que estos sujetos se emocionaran con mi anatomía sin recibir nada a cambio no me parecía nada grato. Solo lo logré una vez, ante un psicólogo con ganas y labia poderosa; lo que él no sabía era que yo no me estaba emocionando con él, sino que tenía a dos machos ítalo-americanos de fondo dándose placer mutuamente.  

De resto preferí utilizar el poder de la palabra y la imaginación de mi interlocutor, con ese logré más sensaciones, pero al final de la faena no era más que tener sexo con una pantalla y ya, hasta ahí llegaba el éxtasis, que simple y que aburrido se estaba tornando toda esa exploración.

Mi conclusión es que el sexo virtual es como pasar por el lado de un asadero de Pollos: Ves como el pollo da vueltas y vueltas en la brasa, te saboreas pero igual no lo puedes degustar. Quien puede vivir toda la vida así sin atreverse a probar de lo bueno?

2 comentarios:

  1. Como dices casi al final, eso es solamente exploración, pero lo bueno de eso es que después de la exploración viene la conquista del territorio. En realidad no te veo tan metido dentro del closet, es decir, considero que estas viviendo etapas y etapas como todos. Como te dije anteriormente todo cansa y como reza el adagio "que se gana uno con ver y no comer" pues te pica el bicho y le hechas mano a la presa o no sé, hasta resultes siendo cazado y la presa termines siendo tu. En mi vida he tenido sexo virtual un par de veces y aparte de lo ridiculo de estar encajando con los gustos de la gente pues se opta mejor por métodos mas prácticos, en vez de contestar un absurdo cuestionario antes de un pajazo es preferible buscar unos buenos videos, ahi uno ve lo que quiere y como lo quiere sin un pendejo al otro lado preguntandole vainas tan ridiculas como la profesión y esos detalles irrelevantes porque uno al fin va es entretenerse no a presentar una entrevista de trabajo. Para cuando el internet mejoró y se masificó yo ya habia descubierto unos asaderos muy buenos donde uno aparte de ver el pollo dar vueltas sobre las brasas podia elegir como lo queria, si asado, broaster, sudado, aparte que no solamente el pollo estaba a la orden del dia, tambien encuentra uno churrasco, churrasquito, lomo y muchacho relleno...
    Me gusto la analogía del final, trajo a colación mis recuerdos gastronómicos...

    Saludos

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  2. Las comparaciones que usas, son muy acertadas. Es muy fácil hacerse la idea de lo que dices y seguir tu ritmo narrativo. Me gustó mucho la metáfora del pollo asado.

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